Permaneces junto a mí,
desafiándome.
Sólo siento que me perteneces
y que obstinadamente callas.
No sé qué decirte
cuando me observas sin ojos,
pálida como la luna.
Eres la mano de nieve
que en el invierno estrecho entumecida,
la estepa solitaria en la que ardo al sol
recorriéndote toda,
fatigado y sediento.
Amo con pasión tu espacio infinito,
torso sobre el que caigo rendido
sin arrancarte a veces ni una sílaba.
¡Ah, desnuda mía,
sensualísima página en blanco!