Poeta , editor y promotor cultural.
Su poesía ha sido traducida a varios idiomas. Fue director de Cultura de la Escuela nacional de bellas Artes de Lima Director de Cultura del Ministerio de Educación del Perú, entre otros.
“He comprado una corona de laureles. Vamos a la tumba de Chocano para coronarlo de nuevo”. Y nos fuimos al Presbítero Maestro, Arturo a la cabeza de un entusiasmado y joven grupo de poetas. Entusiasmados, creo, por lo insólito de la propuesta antes que por el personaje. Llegamos al metro cuadrado donde está enterrado Chocano de pie, limpiamos el mármol y lo coronamos de nuevo. Al contrario de su primera coronación, esta vez solo nosotros, casi nadie. Era una tarde de mayo, aniversaria, neblinosa, perfecta para el homenaje. Arturo sacó un libro del bolsillo de su saco y nos lo fue pasando para que cada uno leyese algo. Alma América. Y así fue. Leímos en el silencio del cementerio versos de Chocano y fue como una música extraña que invadió el espacio. Palabras grandilocuentes, excesivas, poderosas es verdad. Casi oscureciendo dejamos solo a Chocano. Arturo me tomó del brazo y preguntó: -¿Qué has aprendido?-. Pensé muy bien mi respuesta. El brazo de Arturo en mi brazo. Y le contesté: – Música-. Cruzamos las rejas del cementerio. Nadie habló una palabra hasta que llegamos al Wony, en jirón Camaná. Sí, pues, poesía, palabras, música. Cada tiempo con sus palabras, cada tiempo con su música, cada tiempo con su Poesía. Aunque Chocano, en este caso, haya sido demasiado grandilocuente trayéndonos el fervor de nuestra América. En mi librero veo todos los libros que escribió Arturo Corcuera. Hasta el último. Celebración de tu cuerpo, dedicado a Rosi Andrino, su mujer. Tanta Poesía, tanta música, tantas palabras llenas de belleza y sabiduría. Y recuerdo, por supuesto, las tantas veces que hube de andar con Arturo, dentro del Perú y fuera del Perú, leyendo juntos, imaginando juntos, riéndonos, andando del brazo, querido Arturo.