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Christopher Reeve
se transforma en Clark Kent
y Clark Kent en un cuerpo celeste
de luminiscente S en el pecho,
ángel de acero de alas niqueladas
que habita con los astros
y se desplaza entre los rascacielos.
Pegaso le enseñó a cruzar los aires
y de su impulso surgió Superman.

Donde timbra un SOS
más veloz que el sonido Superman,
esa luz que se aproxima es Superman,
la salud del planeta es Superman,
Superman en los brazos de Diana
y Diana en sus brazos con una flor.
Nunca fue Superman más Superman.

No es un ser de ficción,
es más real que Neil Amstrong en la luna
o que la nave Apolo en el espacio.
Cisne de alas plegables y quebrantado cuello,
Christopher Reeve en su silla de ruedas
remonta el infinito,
sus alas de gigante le impiden caminar.