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Te saltan a los ojos dos jarrones en cuanto abres la puerta.

Tienen formas humanas, hembra y macho. Me los trajo
el brujo Javier Dávila de la selva amazónica, cerámica
modelada por manos sabias de la tribu de los shipibos,
custodios del bosque y de cuanta persona es alumbrada
entre árboles, sean humanos, aves o réptiles: la etnia de los
conibos y los setebos; el paujil, de pico bermejo y pluma
oscura teñida por la noche, o la shushupe, víbora repelente,
de mordedura mortal que hasta el demonio le teme.

En ese bosque de copas desmesuradas, de erizadas
lianas, de bejucos, fangales y riachuelos, de tormentas
que desbarrancan el cielo, de griterío de insectos
comandados por la mantablanca, en esos trechos
húmedos de troncos y ramas, camina dando saltos el
sapo gigante que se deja devorar por la maldita boa
y una vez instalado en el vientre del ofidio devora
todo por dentro y vuelve a salir al pantano; crece la
tzangapilla, flor de temperatura caliente como pubis de
mujer joven; se empinan árboles que hunden sus raíces
en las estrellas, otros con raíces que avanzan a flor de
tierra asfixiando toda planta que se atreve a crecer junto
a ellos y en su expansión amenazan con desaparecer el
bosque; lagos que hipnotizan con ojos en su interior;
nativas que conocen mejunjes de amor y preparan la
puzanga del placer a grados de locura; el ayahuasca
enfrentándote, cara a cara, al rostro del ser que fuiste
antes de nacer y te devuelve sanitos a tus antepasados
muertos para que les converses, limpia tu corazón de
telas de araña; se oyen en la floresta aves que hablan
varios idiomas y el uirapuru que canta una sola vez al
año y callan los demás animales para su
concierto, tal es la fascinación de su flauta dulce;

la bufea, pez hembra, de vagina de mujer núbil,
deleita al hombre y es muy apreciada en las riberas
febriles del Amazonas; lo mismo se cuenta del bufeo que
dilatando el olfato sale del agua en busca de humana,
atraído por el olor desafiante del cuerpo terrestre.

De este suelo se forjó la arcilla que esculpió el torso de
los jarrones. Sus ánimas te reciben y te servirán de
guía cuando te internes en su fronda misteriosa.

 

A Arturín Gonzáles Andrino