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Salta de un barrote a otro el silencio amarillo de la jaula vacía.
La jaula sin el pájaro se ha puesto a cantar. ¿Es su ánima o sólo su pena?
¿Dónde está tu cabeza? le pregunto a mi sombrero. ¿Sólo piensas con
cabeza ajena?
Nunca supimos quién era el gato del antifaz. Lo llamábamos
Fantomas.
¡Ya no me asustas, sombra, cuando escucho tus pasos! ¿Crees que
aún soy niño?
Ni mis lágrimas ni la lluvia saciarán tu sed, agua de la fuente.
En mis sueños hasta las olas del mar son dulces, aprended, lágrimas.
¿Si ve que cambio de traje por qué el espejo no cambia de agua?
Yo sé que los fantasmas se ahogan en el espejo. ¿Entonces por qué
sigo vivo?
En cuanto nos quedamos dormidos los trajes del ropero salen a
caminar solos.
Jamás se ha sabido que sueñen los muertos. ¿quiere decir que existo?
Qué será de mis zapatos cuando me vaya, ¿tomaran otro camino?
Déjenme la puerta abierta. Quiero volver si me ausento. Que no se
enteren, por favor, que me fui sin despedirme.
¿Por qué me has abandonado?, me pregunta mi máquina de escribir.
Y no sé qué responderle.
Huye la rosa de las caricias del cardo. ¿De qué huyen el río, el
viento, la niebla del atardecer?
Los lapiceros que he perdido, donde quiera que estén ¿me escribirán
una carta?

Las preguntas que nunca hice ¿se ahogaron en mi pecho?
¡Tanto que anduvimos juntos, y ni mi sombra se acordará de mí!
Qué soledad la de los libros que no los ha leído nadie.
¿Cuándo yo muera morirá también mi sombra?
¿O volverá al regazo de la noche?
Gracias, paredes de mi casa, por protegerme del frío.
Gracias, techo. Gracias, ventanas, por dejar pasar la luz.