Hace años que no voy al cementerio a visitarte, abuela,
mamazoila, mamatola en nuestra lengua de
pilluelos, mascullar cariñoso con el que te
bautizamos para siempre.
Es en el cementerio donde menos te busco y donde
menos te encuentro.
No acepto hasta hoy saberte ahí emparedada, tapiada,
rodeada de muertos desconocidos que murieron
sabe Dios de qué tristezas, de que tercas
enfermedades, de qué padecimientos inconsolables.
Convives, muy a tu pesar, con muertos que quizá
carezcan ya de familiares, sin gladiolos en sus
tumbas, como la tuya, sin una oración que los
reconforte en su cortejo final a la fosa común, suerte
que nos depara a todos tarde o temprano, abuela.
Cómo pudiste morirte nacida tu para madre y acunar
engreidora a tantas criaturas en tus brazos.
Cómo olvidar que medio planeta de nietos
quedó huérfano con tu muerte, después de una
enfermedad larga y penosa que incendió de
sombras la casa.
Te imagino inquieta en tu quietud, preocupada por
los nietos, por el frío que pudiéramos padecer con
los ventarrones de invierno.
El mar rugía y encrespaba al cielo su melena blanca.
Te vuelvo a ver curándonos el sarampión, la rubéola,
la tos ferina, el mal de ojo, las rechonchas paperas,
única vez que fuimos en nuestra infancia gordos.
Casi te oigo refunfuñar por sentirte estirada en la caja,
incómoda, tú la más sencilla de las abuelas; de
saberte condenada a la ociosidad, tú que en la vida
diaria no conociste reposo, ni en las noches en
blanco, espantando el sobresalto de los sueños.
Diría que te veo con tu crochet tejiendo patucos de
lana a las hormigas para que no se hirieran al
cargar el grano; zurciendo grietas y fisuras en las
profundidades, recolectando semillas; bordando
flores con hilos como los que utilizabas para
embellecer con encajes los mantones de la Virgen
Hada del cielo que te habrá cubierto con su manto
divino, también bordados por tus manos.
Me parece verte amamantar las raíces, abrigar en tu
seno, para que no despierten, los chanchitos de
tierra, quietitos como tus párpados dormidos; verte
convertir los gusanos, con solo tocarlos,
en mariposas de alas doradas madre.