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Del libro
Puerto de la memoria

1

Mi madre se llama Ana.
Desde su ausencia vela por nosotros,
aunque ya no responde
cuando se la llama.
Inmóvil y pálida
reposa en un hueco inhóspito.
En vida movió cielo y tierra
para que sus hijos
no nos faltara nada.
Santa Ana,
la madre de la madre de Dios,
en la que depositó tanta fe,
abogue por ella ante el Señor.


2

Cinturas sísmicas
de varias Anas
descoyuntaron mi juventud;
grado 7 en la escala de Richter.


3

¿Sobrinas Anas? A montones; Ananda, Loana,
Giuliana, Ana María, Ana Mariela, Roxana.

Ana también mi hermana Ana,
grande de ojos y figura menuda.
No podía entre mis hijas
faltar una Ana y, como si fuera poco,
otra hija: Nadiana.
No se quedó atrás mi Javier,
aportó a la familia su Ana de Sanabria,
una Ana castellana.

4

El amor de mi madre no tiene límites,
para estar con nosotros en todas partes,
hecha tierra,
se multiplica en Anas:
es la luz suave que me despierta por la
mañana
y la que cuida mi sueño
entrando silente con la luna por mi ventana.
Ana, Ana, Ana, Ana,
hasta cuando como una ManzAna.